Sobre entrenamiento en los Deportes


No existe vara en el mundo capaz de calcular el grado de influencia que ejercieron sobre nuestro tiempo los grandes pensadores griegos de la Antigüedad.
Siglos atrás, Aristóteles hablaba de excesos, defectos y virtudes y, aún al día de hoy, toda nuestra lógica y razonamiento se basa en esos mismos términos que él planteó.
Por ejemplo, hoy nos hemos propuesto hablar de la sobrecarga muscular y, al comenzar a hacerlo, hemos llegado a la conclusión de que, en verdad, estábamos cayendo en un análisis sobre la filosofia griega. ¿Cómo? Así: todos sabemos que tener dedicación para la
práctica de ejercicio es una virtud (tal vez no una virtud ética o dianoética, pero una virtud al fin). En cambio, realizar una cantidad de trabajo físico superior a la que puede soportar nuestro cuerpo es un peligro para la salud: un vicio por exceso.
Nuestra tarea consiste, entonces, en encontrar lo que Aristóteles llamó “equilibrio” que es, justamente, el término medio entre el vicio por exceso y el vicio por defecto. Aristóteles buscaba un “equilibrio” ciertamente más existencialista, nosotros nos conformaremos con hallar uno relacionado con la salud y el ejercicio.
Aquí veo, básicamente, dos inconvenientes: uno de salud física y otro de salud emocional -que básicamente son la misma, la salud en general-.

Inconveniente físico

Como decía, una gran proporción de los practicantes de deporte no lo son de manera profesional, pero entrenan como si lo fueran. Esto es un problema. Estamos confundiendo salud con rendimiento. La importancia de ser consciente del mantenimiento de una buena salud física reside en dos factores: el bienestar presente, carente de enfermedad y/o dolor, y la prevención futura, debido a un incremento sustancial de nuestra esperanza de vida junto con la voluntad/necesidad de tener la mayor autonomía posible al llegar a cierta edad.
Entrenar y competir como un profesional no garantiza esos objetivos. Es más, si lo haces estás contando con todos los números para no conseguirlo. ¿Sabes como es la vida de un profesional del deporte desde un punto de vista físico? Las lesiones, las sobrecargas y el dolor son frecuentes. El esfuerzo físico extremo y continuado que conlleva su profesionalidad es mucho mayor del que el cuerpo puede soportar y esto genera un desgaste de toda su musculatura, articulaciones, sistemas de obtención energética,…  con lo que no hay profesional que se salve de una artrosis precoz, por decir algo “leve”.
Lógicamente, el deportista profesional es libre de escoger este modo de vida excesivamente físico teniendo en cuenta la retribución económica que recibe a cambio. ¿Pero el aficionado, qué recibe? Dejando a un lado los resultados emocionales como la satisfacción, claro está -luego voy a por ello-. En realidad, la factura que pagará físicamente el deportista aficionado pseudo-profesional no será nada positiva.
Sumado a esta incongruencia, este tipo de deportista es el gran ejemplo de lo poco que uno escucha su cuerpo. Después de realizar algo de ejercicio físico encarado a la salud, uno debe sentirse fundamentalmente bien. Al acabar una sesión de 8km de carrera, un circuito muscular, una clase de spinning o unos largos en la piscina, podemos sentirnos cansados, congestionados y algo bajos de energía. Pero al poco tiempo, después de unos pocos estiramientos, una ducha y un plátano nos encontramos bien. No hay dolor, ni sobrecargas. Si los hay, ya sabemos lo que nos está diciendo el cuerpo. Algo falla.
Pero la línea que separa el esfuerzo -sanísimo- del sufrimiento es muy delgada. No es normal acabar una práctica deportiva, sea o no de competición, y que me duela todo, no poder ni moverme, correr riesgo de lipotimia, acabar destrozado, necesitar una semana de recuperación y tener que acudir al fisioterapeuta o al osteópata para que me recoloque y recupere mi musculatura. ¿Recuperarla de qué? Porque se entiende que si tengo que recuperar algo es porque lo he perdido ¿no? 
Inconveniente emocional
Más de una vez -y quien me lea en una vida sencilla ya lo sabe- insisto en el hecho de que el ser humano es eminentemente emocional. Por mucho que queramos -bueno, yo no quiero-, nos encanta la idea de controlarlo todo y de aplicar la razón a cada uno de nuestros actos con tal de obtener ciertos resultados. Pero en realidad, lo que nos hace ser felices es cómo nos sintamos al realizar una actividad, sobre todo durante la actividad, y no después. Como dice Punset, la felicidad está en la antesala de la felicidad.
Por otro lado, nuestra sociedad está basada en la productividad individual, con lo que nos han y hemos convertido más en máquinas de trabajar que en seres vivientes. Aquí lo que importa son los números. Cuánto cobro, cuánto gasto, cuánto produzco, cuánto tardo, cuánto peso, cuánto hago,… En principio, uno de los objetivos de la práctica de deporte es compensar y alejarnos de esa tendencia.
Pero ¿dónde quedó aquello de “hago deporte para desconectar; libero mi mente; me olvido del trabajo; cambio de ritmo,…”. ¡Tonterías! Te compras un GPS, un cronómetro y un pulsómetro, o sino un cacharro más grande que un móvil para llevarlo encima mientras corres y monitorizas tu rendimiento. Velocidad media, velocidad punta, distancia, tiempo, etc. Estadísticas y más estadísticas. Incluso los programas que al sincronizar tus aparatejos con el ordenador te dicen “Muy bien, has corrido más rápido que hace dos días”, pero también “Tío, fatal. ¿Qué te pasa? Hoy has ido más lento”. Vamos, algo asi como tu jefe. ¿Seguro que consigues desconectar?
¡Qué va! Sigues haciendo lo mismo. Sigues confundiendo disfrutar con producir. Y no es ningún secreto: si sigues haciendo lo mismo, ¿qué conseguirás? Exactamente, lo mismo.
Además de no romper con tu modo de vida habitual, generalmente el laboral, te autogeneras más presión. Y la presión, lejos de ser un factor motivador, siempre acaba en el mismo punto: agobio, ansiedad, frustración, etc. Encima de aguantar que tu jefe pague su mal humor contigo o traslade las exigencias de sus superiores a sus inferiores -es decir, a ti-, tú vas y te exiges más resultados, menos tiempo, más velocidad, mejor recuperación. ¡No eres una máquina!
¿Y la satisfacción? Yo no veo satisfacción en mucha gente. Poniendo de ejemplo la maratón, sólo veo satisfacción en los principiantes y en los que no llevan crono -y que conste que considero la maratón una barbaridad para cualquier, algo nada sano-. Cuando cruzan la meta, veo lágrimas en los ojos, no sólo por el cansancio, sino también por haber completado una vez más la carrera. Eso es, en cierto modo, satisfacción. Pero en el resto… cruzan la meta y simplemente miran el crono. La cara puede cambiar radicalmente por el simple hecho de haber acabado 3 segundos por encima o por debajo de su última marca. ¿No es una pena? Si simplemente lo haces por tu bienestar, ¿no deberías acabar siempre contento independientemente del tiempo?
Recomendaciones
No creo que haga falta escribir mucho más. Unas recomendaciones en forma de resumen:
  • Enfoca el deporte hacia la salud. No lo confundas con rendimiento.
  • Olvídate de los números.
  • Deshazte de toda tu aparatología, a no ser que tengas que controlar algún dato por salud (por ejemplo, frecuencia cardiaca).
  • No confundas esfuerzo con sufrimiento. Aquí nadie ha venido a sufrir.
  • Cuídate. El exceso de ejercicio, como el defecto, también te hace “morir” antes.
  • Escucha tu cuerpo. Atento a las sensaciones, evita el dolor -sobre todo el extremo-, genera emociones buenas


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